jueves, 31 de octubre de 2013

La dulce víspera

Víspera, víspera, víspera... Qué dulce es la víspera cuando el rumbo es Ella.

Es como ir oliendo poco a poco el aroma de una vara de nardo, que se acerca, que se acerca, que se acerca... hasta que estalla en el aire que llevas al pecho y te inunda entera, casi ya rozándote en el rostro el tallo florido.

Tan lejos estuve de cuerpo y alma... y ahora, que ya se presagia la víspera dulce de su mirada, el alma se esc
apa, se adelanta, la mira ya y la imagina, y la recuerda con un recuerdo que se resiste a hacerse pasado, que se quiere colar en el presente, y anunciar el destino inminente de nuestras presencias cercanas... Y parece que tira el alma del cuerpo hasta su orilla, en víspera, en dulce víspera.

Noviembre se olvida de que es Noviembre, se siente Mayo en su mirada. El barrio la presiente. La Feria la sueña. La Alameda nunca la olvidó. Amparo, -¡ay, Amparo!- será tres veces amparo.

El luto se hace gloria y la sangre enloquece por las venas confundida de Primaveras asoslayadas, jacaranda sencilla revuelta en nardo. Mayo se cuela por los entresijos del alma, y casi -casi ya- estalla en rumor de campanillas.

Y todo, fíjense ustedes, porque de mañana sale María, la de la Placita, a escuchar misa de Domingo.

Cuánto sabéis, corazón y Tierra, barrio, terruño y corazón, de las cosas importantes.

Con qué locura bohemia saboreáis, como si fuera el mejor de los manjares, la víspera... la dulce víspera.