sábado, 25 de junio de 2011

Feliz Navidad

No… no me he equivocado de fecha. Bien podrían estos calores de Sevilla haberme reblandecido las ideas, y haber perdido norte y sur del día en que vivo. Pero no… sabes que no.

De más sabes a qué me refiero…


Hace más de un mes que me llevas preguntando en qué cae el día de la última actuación.

Hace más de un mes que los Viernes se te notaban los ojos perdidos. Que de vez en cuando la formabas en los ensayos, y que no dejabas de hablar de sitios que sólo conozco en tu voz.

Hace más de un mes que llevas esperando la víspera del  Corpus como agua de Mayo en Junio.

El Martes tuvimos el último bolo del curso. El Miércoles, fiestuki y maleta. El Jueves, a casa… ya no se te puede pedir más.

Es curioso cómo a veces, distancias que parecen cortas, se sienten como enormes abismos de espacio y tiempo, más que otras que se presumen más largas. ¿A cuánto puede estar Huelva de Sevilla?. ¿A cuánto de cualquier pueblecito del Aljarafe?. ¿A cuánto puede estar tu Navidad, de mi Alameda de Hércules?. Cualquiera diría que en una hora y cuarto iba apañado y de sobra. Para ti, la distancia dura meses largos, todos los barrios de Sevilla y dos o tres poblaciones ribereñas. Supongo que te has acostumbrado ya, pero tus ojos, los Viernes que te toca escapada, no me dejan creerlo del todo.

Pocas cosas debe haber más duras que vivir, por causas ajenas a tu voluntad, lejos del terruño que te da vida. Todos tenemos uno. Hasta Francesco, que decía que iba de paso por la vida, como todos los locos bohemios que han salpicado la historia de la humanidad, tenía su patria chica, su porciúncula, su pedacito. Y Don Bosco, dicen en el arrabal de San Antonio, soñaba por las noches con Valdocco, su barrio. Juan Ramón con Moguer, y Alberti con el mar.

A ti, te tocó nacer en Navidad. Y por lo que cuentan en los periódicos de tu ciudad no debe ser ninguna maravilla, pero es tu barrio, tu ciudad, tu pequeño terruño. Tu tierra sin promisión, perdida y jamás recobrada, reencontrada, a veces, una semana en Navidad, dos en Verano y, alguna vez, días sueltos en Semana Santa.

No conozco tu barrio… sino por tu boca. Miento: también por algunas líneas que han salido a mi encuentro sin quererlo en alguna página de sucesos del Odiel, o de Huelva Información, encontradas por casualidad mientras que buscaba la crónica de nuestro bolo en la UHU (qué nerviosa te pusiste), o el último concierto de Alameda.

A Sevilla, no llega nunca nada de tu barrio. Lo sabes… ¿qué te voy a contar yo a ti?. Aquí se habla de las marismas cuando salen las carretas, del Colombino cuando los supercracks de la “superliga de las estrellas” están de vacaciones, de la Catedral y de la Concepción cuando a Canal Sur le conviene sacar santos en la tele, de la Casa Colón de vez en cuando y del Carrasquito de OT cuando vende sacar a un andaluz guapo en la tele. Como mucho, mucho, del polo químico cuando algún ecologista charao le mete mano al asunto… sabe Dios si con intención de hacer algo por la causa, por pasar el rato, o por llevárselo calentito también como el resto de politicuchos de turno. Pero de La Navidad… nada.

Quizá es por esta sociedad a medio globalizar, en la cuál Nueva York está más cerca de San Lorenzo que la Plaza de la Mata; tu barrio, a años luz de de mi Alameda; tu mundo interior, a insondables abismos del mío, muchas veces… más de las que quisiéramos las dos. Esta sociedad que, de vez en cuando, deja agujeros negros de los que sólo se acuerda muy de tarde en tarde, cuando pasa algo gordo -muy gordo- y nunca en horario “prime time”. Así es la vida (perdóname que no te lo ponga en francés, que queda más fino… pero ni tú lo vas a entender ni yo lo sé escribir).

Quizá por eso no sé casi nada de tu barrio. Tan sólo lo que me dicen a diario tus ojos cansados, tu baile lento de matrona gitana, esa sensibilidad tuya y esa sabiduría para darte cuenta -demasiado- de demasiadas cosas. Esas ganas de vivir, a veces truncadas en tu hondísima tristeza de “niña yuntera” de Hernández, y otras veces rebosante, chispeante de quien en realidad eres, aunque no te hayan dejado ser.

De verdad, que tan sólo eso conozco de tu barrio. Pero… ¿acaso necesito conocer algo más?. Es lo mismo de siempre. Los parias, mi querida compañera, hablamos el mismo dialecto aun cuando lo callamos, y en todas partes del mundo. Pobreza, falta de oportunidades, frustración, malos caminos tomados quizá por malas veredas, espejismos de ambrosías que empiezan con el morbo de lo prohibido y terminan en los escombros del ser y del estar, cadenas visibles e intangibles que atan a personas a las que se les privó del ejercicio de serlo demasiado pronto, o quizá no se les concedió nunca. Basura… Putrefacción de una sociedad que esconde su hediondez, pero sólo donde viste oler bien.

Hoy no hemos tenido ensayo. Ayer nos dejamos el alma a girones en el Salón de Múltiples de cualquier pueblecito perdido, en un bolo del que tampoco hablará ningún periódico de Sevilla ni de Huelva. La musa, y el trabajo de todos nosotros durante meses, quisieron que la Danza brotara en aquel recóndito lugar, tan nuestro, como una flor, con ese olor que sólo desprenden las flores de la libertad, asilvestradas por más que cuidadas, que se siembran en el alma, se riegan con las lágrimas de cada día y el sudor del trabajo diario y se dejan florecer a rayos lentos del mismo sol que brilla en mi tierra y en la tuya, lejos del calor artificial del invernadero y de la macroproducción en masa que en este tiempo parece arrasar con todo lo humano.

Te he buscado al salir de los talleres.

- “¿Y ‘mi’ choquera?, ¿Dónde está mi choquera?. ¿La han acercado ya a Plaza de Armas?”.

No te había visto en todo el día. El trabajo apremia. No hay tiempo para parar en toda la jornada. Tú, cuando no estás en los ensayos y clases de la Compañía, trabajas abajo. Yo, arriba. Te he dado un abrazo, que se me antoja hubiera sido más largo y más fuerte… si yo no fuera, como tú, tan mía, tan retraída, y no me costara tanto decir “amiga” aunque lo sienta. Bueno… y si el autocar no hubiera estado a punto de salir.

Y nada más… a éstas tú ya estarás en Huelva, probablemente en Navidad, probablemente contenta, radiante como niño con zapatos nuevos, en la Tierra Prometida, que no en el Paraíso.

Cuídate, descánsate (te pienso dar caña de España a partir de Septiembre y te necesito con fuerzas), dale las estampas de San Antonio que te guindé del Convento de mi Pastora a tu gente… en especial a ese que tú ya sabes… por lo tú que ya sabes también. Ensaya de vez en cuando, y acuérdate de la “güeso inrroíble” de ‘la’ de la Danza. feliz…

Feliz Verano, amiga.


… Y Feliz Navidad.

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