lunes, 11 de noviembre de 2013

Estrellas fugaces

Una taquilla vacía. Unas zapatillas que quedaron sin dueño, sin sueños, sin pies. Coreografías que ya no se representarán, o que tendrá que representar otra persona. Hueco. Un hueco persistente, impertinente, inconmensurable.
 
La pipa del Tango, con un cigarro de papel de cuaderno de cuadros, liado un rato antes de salir a sabe Dios qué escenario. Los zapatos de tacón, heredados quizá de otra estrella fugaz, guardados en la bolsa, olvidados. Un pantalón de chándal que en tiempos fue mío, aunque hace mucho que ya no me entra. Una foto arrugada, en que aparecía vestida de 'atul' marino, junto a un gran ramo de flores, saludando tras haber bailado a Juan Ramón".
 
Ya venía diciéndolo desde hacía tiempo: "Cuando termine la gira me voy con mi gente. No es que esté mal, ni que tenga nada contra ninguno de ustedes. No tengo nada con ningún compañero, no le busquéis tres pies al gato, pero cuando termine la gira me voy". Y, terminada la gira, se fue.
 
Y es lo más normal del mundo, ¿no?. Una persona que haciendo uso de su libre albedrío decide cuál ha de ser su camino en la vida, equivocado o no, recto o sinuoso, pero el suyo al fin. No tiene mucho de especial, menos aún si, echando la vista atrás, recordamos que fue la misma tenaz autodeterminación la que la llevó a parar su camino en esta playa, hace ya algunos años. Ahora el barco se fue, navegando, a otro puerto.
 
No sé si seguirá bailando en la nueva andadura que quiere empezar a partir de ahora. No sé con quién. Le dije que si quería seguir que me llamara para aconsejarle a alguna compañera de confianza, aunque no creo que lo haga. No sé qué hará a partir de mañana, a partir quizá de hoy, de esta mañana en que su lugar ha amanecido baldío. Tampoco me incumbe, aunque me importa... y mucho.
 
Tengo la esperanza de que me la encontraré cualquier día por la calle y me contará que le va bien, que está trabajando, que ha encontrado al fin alguno de sus esquivos anhelos. Y hablaremos un rato de Danzaterapia, de Cádiz o del Portil, de Gualberto, Carrasquito y los Tartesos (sin doble s).
 
Tengo la certeza de que me la seguiré encontrando tras la esquina de cualquier recuerdo, por ahí danzando, en esas fotografías del alma que quedaron impresas para siempre en la leyenda no escrita de horas y horas de ensayos, de riñas, de risas, de clases... en horas, minutos, fugaces instantes de todo lo que fue 'lo nuestro', lo de todos nosotros.
 
Una taquilla que quedó libre. Unas zapatillas casi nuevas que, indefectiblemente, serán heredadas por otro astro de luz, hoy brillante, parada a pleno arder en este trozo de suelo-cielo nuestro; mañana... ¿quién lo sabe?. Coreografías recicladas o renovados pasos de bailes de otro estilo, con otro color y otra música.
 
Hoy ha ensayado con la compañía otra estrella fugaz.

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